Manifiesto del Foro de la Profesión Enfermera: Por el futuro de la enfermería española
Somos más de 40 millones en todo el mundo, unas 230.000 en España, lo cual nos convierte en el colectivo profesional titulado cuantitativamente más importante, del mundo y también de España. Pero, además de los aspectos cuantitativos, están los cualitativos: nosotras, las enfermeras y enfermeros asistenciales, somos el sistema nervioso central de los servicios sanitarios, ya que nos encargamos de mantener sus constantes y funciones vitales 24 horas al día, 365 días al año.
Somos el único colectivo profesional que está presente de manera significativa en todos los ámbitos donde se desarrollan los servicios y políticas de salud, desarrollando nuestra labor, tanto asistencial como docente, gestora e investigadora: no hablamos sólo de centros sanitarios y sociosanitarios, sino también de servicios sociales; centros educativos; empresas; hogares; cárceles; grupos de autoayuda; ONG; organismos de cooperación internacional; conflictos armados e intervenciones humanitarias internacionales…
Nuestra profesión es tan antigua como la propia humanidad, que siempre tuvo una gran dependencia de las cuidadoras y parteras. Desde entonces y durante siglos, nos hemos ido adaptando a los cambiantes contextos sociales hasta que hace siglo y medio comenzamos un largo y complicado camino de profesionalización al servicio de las necesidades sociales y sanitarias que siempre pensamos que conllevaría un merecido reconocimiento social que nunca ha existido en realidad.
Sí se ha reconocido nuestra entrega, nuestra compasión y empatía, nuestra disponibilidad permanente para realizar muchas de las tareas más abnegadas que se enmarcan en los cuidados enfermeros. Siempre se nos ha contemplado casi únicamente a través de esos componentes más “humanistas”, de los que por cierto estamos muy orgullosas, pero nunca se nos ha mirado como lo que realmente somos: una profesión cualificada, universitaria desde hace 35 años, cuyas disciplinas, competencias y prácticas se basan en el método científico y en el profesionalismo y no en la intuición, el voluntarismo y la tradición. Sin embargo, muchos ciudadanos y no pocos médicos y responsables sanitarios piensan que, en realidad, nuestras funciones las podría realizar cualquiera con mucha vocación, bastante capacidad de entrega, una cierta destreza manual y un poco de cultura sanitaria general, debido a la predominancia de un sistema de salud médico-centrista.
En buena medida ha sido culpa de la propia profesión enfermera. Al fuerte empujón que supusieron los años ochenta para nosotras, para nuestro desarrollo e identidad profesionales, le han seguido 20 años de ostracismo, de silencio, de invisibilidad absoluta. Incluso cuando, en los últimos cinco o seis años, han tenido lugar algunos modestos pero innegables avances legislativos (grado y especialidades), la interpretación más generalizada es que se ha tratado de concesiones poco comprometedoras a la enfermería y no de desarrollos encaminados a facilitar a las enfermeras un mejor desarrollo de sus nuevas competencias y funciones. Y, lamentablemente, no les falta parte de razón porque habiendo nuevos desarrollos normativos no hay en realidad nuevas competencias ni funciones que se hayan globalizado para el conjunto de la profesión.
¿Cómo es posible que desde hace casi 15 años estemos formando a enfermeras especialistas en salud mental sin que 15 de los 17 servicios de salud hayan creado las correspondientes plazas de enfermera especialista en salud mental, abocando a la frustración a cientos de profesionales que han dedicado dos años adicionales a formarse como enfermeras especialistas? ¿Cómo es posible que hoy en día la mayoría de las comunidades autónomas convoquen plazas de Formación Sanitaria Especializada para las otras especialidades enfermeras desarrolladas, pero no creen los correspondientes puestos de trabajo de enfermera especialista? ¿Cómo es posible que no sepamos a estas alturas cuál será el campo para las enfermeras de cuidados generales, tras la implantación final de todas las especialidades? ¿Cómo se explica el paso atrás que representó el anodino marco legal estatal de la “prescripción enfermera” con respecto al decreto andaluz? ¿A qué se debe la infrarrepresentación de la enfermería en las estructuras política y técnicas de tomas de decisiones sanitarias?
Básicamente, todo ello se explica por el servilismo de nuestra representación corporativa, no sabemos si más desinteresada o incapaz a la hora de defender a la profesión a la que dicen representar. Y por la dejación inexcusable de los servicios de salud y muy en especial del Ministerio de Sanidad: el hecho de que tenga como interlocutor a una representación colegial absolutamente servil y sumisa no es excusa para que dejemos de denunciar su falta de compromiso con nuestro desarrollo profesional. Una falta de compromiso, por cierto, que juega en nuestra contra, pero más aún en contra de las necesidades y carencias del Sistema Nacional de Salud.
El desarrollo académico y profesional al que ahora accedemos: Grado, Máster, Doctorado y Especialidades, sugiere necesariamente que la enfermería titulada tiene que mejorar sus desarrollos competenciales, sus capacidades funcionales, sus ámbitos de ejercicio profesional autónomo y su afianzamiento en la toma de decisiones en ámbitos compartidos con otros profesionales. De otra manera, no tendría sentido el coste que dicha ampliación supondrá, no sólo para los propios estudiantes en dinero y tiempo, sino, sobre todo, para el contribuyente que la financia en buena medida, máxime en un contexto de crisis del gasto público.
Sin embargo, el desarrollo de la enfermería española, aunque ha sido muy exigente, también ha sido desigual: mientras que en algunos servicios de salud la enfermería aún tendrá que crecer “horizontalmente” hasta alinearse con los más más avanzados, en aquéllos con estrategias de desarrollo en cuidados enfermeros con mejor visión de futuro ya no parece posible crecer horizontalmente, desarrollando nuevas competencias y funciones propiamente enfermeras, lo que significa que sólo es posible crecer “verticalmente”, asumiendo dentro de un nuevo marco competencial funciones y tareas que tradicionalmente han venido desempeñando otras profesiones. Eso sí, siempre desde una visión profesional específicamente enfermera, lo cual aportará sin duda valor añadido a los procesos asistenciales en los que se encuadren.
Ello significa que antes o después, por mucho que las autoridades sanitarias se hagan los ciegos y los sordos, los mapas competenciales tradicionales van a tener que ser revisados y también, por tanto, las aportaciones de todas y cada una de las profesiones que estamos implicadas en el desarrollo de los servicios públicos de salud. Ni los desequilibrios en los mapas competenciales autonómicos y en sus dotaciones de recursos humanos, ni la masificación de los servicios de atención primaria, ni los problemas de sostenibilidad financiera, ni las serias amenazas de quiebra del profesionalismo como eje vertebrador de las conductas profesionales, por exponer sólo algunos de los graves problemas de nuestro Sistema Nacional de Salud, podrán ser resueltos si no se repiensa por completo el sistema y muy especialmente, como hemos dicho antes, en el ámbito de las aportaciones de las diversas profesiones sanitarias, muy relevantemente la medicina y la enfermería.
Todos estos procesos suponen al tiempo amenazas y oportunidades para nuestra profesión; en ellos se juega su futuro, su apuesta por convertirse en una profesión capaz de trabajar de igual a igual con el resto de los profesionales. Y todo ello depende básicamente de dos cosas: de un liderazgo visionario, capaz de estudiar y analizar el presente para intentar ganar el futuro, y de unas bases profesionales cohesionadas, con la suficiente autoestima y seguridad como para ser capaces de estar muy presentes durante los procesos de cambio que se abran y, en general, en todos los procesos de toma de decisiones en materia de política sanitaria.
Por eso, quienes firmamos este manifiesto no nos sentimos representados en absoluto por quienes dicen representar a toda una profesión, presentándose como su salvaguarda ética y deontológica; es más, pensamos que a día de hoy constituyen el peor de los problemas, y eso que son muchos, que aquejan a nuestra querida profesión, especialmente por su falta absoluta de liderazgo en torno a directrices académicas, profesionales y legales consensuadas por la profesión, predominando, por el contrario, una política de sumisión al poder político. Hemos, por tanto, puesto en marcha un movimiento que persigue prioritariamente una profunda regeneración moral de nuestras instituciones corporativas y un recambio generacional e intelectual que permita cambiar unas élites profesionales que carecen por completo de las capacidades morales e intelectuales necesarias para reconocer, proponer y liderar los nuevos escenarios de futuro para nuestra profesión y para ser capaz de negociar un nuevo pacto social, político y moral con la sociedad, los reguladores políticos y las otras profesiones sanitarias.
Acabamos este manifiesto con cuatro mensajes muy claros:
El primero es para el poder político y las administraciones sanitarias: La enfermería constituye hoy en día el principal activo de unos sistemas públicos de salud sostenibles y de calidad guiados por un nuevo profesionalismo ético que la enfermería representa hoy en día como ninguna otra profesión. Si quieren garantizar el futuro de los servicios públicos de salud sólo pueden hacerlo de la mano de más de 200.000 enfermeras motivadas y que sienten que se reconoce de manera efectiva su excepcional aportación a la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud.
El segundo es para la profesión médica: Este manifiesto no representa una amenaza más que para las actitudes y conductas más arcaicas y apolilladas dentro de su profesión. La enfermería del siglo XXI va a trabajar mano a mano con la medicina en una posición, ni dependiente ni independiente, sino interdependiente. Somos dos profesiones tituladas facultativas; las enfermeras tenemos que atender todas las necesidades básicas de nuestros pacientes, entre ellas las derivadas de los tratamientos médicos, concretadas, como no podría ser de otra manera, por los médicos. Pero ello no significa que la enfermería sea básicamente un recurso médico más que se limita a garantizar la continuidad de los cuidados. La enfermería es una disciplina científica, como la medicina, coincidentes ambas en unos mismos entornos asistenciales, pero con unos ámbitos de aplicación especializados que sólo pueden ser llevados a cabo por personal de enfermería cualificado a través de un método científico y el juicio clínico, desarrollado todo ello a través de un proceso: el Proceso Enfermero.
El tercero es para el resto de los agentes profesionales enfermeros, es decir, los colegios provinciales no alineados, los sindicatos de enfermería, las sociedades y asociaciones científicas, la blogosfera sanitaria, etc: Ha llegado el momento de decidir entre cambio y continuidad, entre pasado y futuro, sin que sea posible ampararse en una supuesta neutralidad sindical o científica. La situación de nuestra profesión no es buena, pero puede llegar a ser mucho peor y por eso ahora ya toca ir más allá de declaraciones retóricas y dar un paso al frente en defensa de nuestros valores profesionales. A aquel lado o a éste, ya no hay puntos neutrales, las élites enfermeras tendrán que definirse definitivamente frente a las bases profesionales y decidir si quieren formar parte del viejo orden o de los nuevos escenarios.
Y el cuarto y más importante, como no podía ser menos, es para la sociedad y para nuestros pacientes: Las enfermeras queremos que toméis conciencia de que somos profesionales titulados y competentes que queremos y sabemos hacer compatibles la ciencia y la humanidad, nuestros conocimientos con nuestra dedicación. No nos basta con que reconozcáis nuestra entrega y vocación de ayuda, necesitamos el reconocimiento social que creemos merecer como una profesión moderna y capacitada, para acabar con esta ingrata invisibilidad social en la que siempre nos hemos tenido que mover. Cualquier profesión necesita que se le reconozcan sus aportaciones, porque esta y no otra es la verdadera base de la motivación y sólo una enfermería verdaderamente motivada puede garantizar el mejor nivel de calidad y calidez de los cuidados enfermeros.
Quienes nos adherimos a este manifiesto lo hacemos con orgullo de pertenecer a nuestra profesión y con seguridad y confianza en que estas ideas y propuestas pueden ser compartidas por la inmensa mayor parte de nuestras compañeras y compañeros. Sabemos que el tiempo de las quejas en voz baja ha pasado y que ya es el momento de una verdadera movilización surgida desde nosotras mismas, la enfermería asistencial, y no desde unas u otras élites o intereses.