A lo largo de los últimos 40 años hemos podido ver cómo lo "verde" lo "eco" lo "bio" lo "orgánico" lo "slow" lo... en fin; hemos podido ver como planteamientos que parten de principios que podríamos compartir u apoyar han acabado "comprados" por el sistema...
Y es que las sociedades humanas se caracterizan por explotar hasta la extenuación cualquier movimiento o producto que parezca de interés (le llaman "oportunidad") y en seguida al rebufo de planteamientos perfectamente válidos y lógicos aparecen oportunistas, chamanes y vendedores de crecepelo de todo tipo.
No sé qué piensan otras personas pero yo no he visto atención sanitaria prestada por profesionales no humanos por mucho que existiera un empeño particular en que dichos humanos parecieran actuar ajenos a las emociones propias, o peor aún, a las de las de las personas implicadas en su atención.
El gran problema de un sistema sanitario público es que ha de ser equitativo y que por muy bien y mucho que se recaude los fondos nunca serán suficientes para cubrir TODAS las necesidades y los profesionales tanto clínicos como gestores hemos de saber priorizar a qué se dedican los recursos disponibles.
El tiempo es de todos el recurso más difícil de gestionar para los profesionales sanitarios pues lo han de dividir entre la asistencia clínica en si con sus fases de historia/exploración/etc, la necesaria interacción con otros profesionales, la interacción con los usuarios y sus allegados, la interacción con gestores y otros agentes, la necesaria actualización de conocimientos, la investigación... si sólo leer a qué debe dedicar su tiempo un profesional produce cierta congoja no es de extrañar que el día a día sea percibido como agotador.
Pero eso no quita la obligación de actuar como personas a la hora de interactuar con otras personas y a tener en cuenta en esas interacciones el valor de las emociones propias y ajenas... si se ha aprendido a identificarlas y lidiar con ellas.
Tal vez en eso falle la formación no sólo la formación continua, la formación post-grado y la formación de grado... incluso puede que falle la formación básica, la primaria porque la identificación de las emociones propias y ajenas debería ser algo que lleváramos tatuado, algo inherente a nuestra interacción con otros y no algo que se incorpore como fruto de una moda como las calcomanías que venían con los chicles.
La gran cuestión es cuan prioritario es para el sistema esa atención a las emociones y en ello se ha de poner en la balanza tanto los beneficios (entiendanse no únicamente económicos) como los posibles riesgos de cualquier cambio en el complicado castillo de naipes que es el complejo sistema sanitario.
Abundan los ejemplos de medidas que parecen contar con efectividad, digamos, emocional (digo parecen porque una cosa es correlación y otra causalidad) pero que ignoran sistemáticamente posibles riesgos de su implantación exactamente igual que muchos ensayos con fármacos o intervenciones hacen.
En todo caso como bien plantea @jaume_riu a veces hay un tufillo que no pronostica nada bueno.
Como licenciado en Filosofía me produjo perplejidad la aparición de una nueva carrera universitaria llamada Humanidades. La misma perplejidad que, como enfermer@, me produce ver hoy la aparición de masters en humanización de la asistencia sanitaria #trampantojosyotraszarandajas— Jaume Riu (@jaume_riu) 4 de xullo de 2018
Cuando los profesionales sanitarios interactuamos con pacientes y familiares, no debemos olvidar q estamos en un contexto terapéutico y que es nuestra responsabilidad actuar con respeto y " humanidad" y practicar la escucha empática. No estamos en un contexto social como con amigos, por ejemplo, en el que podemos responder con enfado, estamos en un contexto terapéutico que requiere responsabilidad profesional y respeto por la situación del paciente. Esto se olvida a veces, y ahí empiezan los problemas. Y por eso esta corriente humanizadora. Yo creo que hay que aprender habilidades de comunicación terapéutica. Nos iría, a tod@s, mucho mejor.
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